FOTO: Charles Shultz. Charlie Brown dice a Snoopy, «¡Algún día, todos vamos a morir Snoopy! y Snoopy responde, «Cierto, pero todos los otros días no».
Cuando oigo un ruido fuerte lo primero que siento es miedo. Cuando escucho una historia trágica, ya sea enfermedad o accidente, pienso en las formas posibles para protegerme. El grueso del tiempo estoy sobre revolucionada; ojos bien abiertos, oídos pendientes, estrategia de salida. Podría decirse que vivo alerta de salvar mi vida.
Hace cinco semanas que tenía otra vez ataques de angustia intensos y fui a una sesión para tratar de localizar la fuente, la psicóloga me puso a hablar de Paulina y después con Paulina (mi hermana que murió hace casi 30 años después de una enfermedad larga y dolorosa). En la sesión me pasó algo curioso, el llanto de dolor, de pérdida, de Paulina, nacía exactamente en el lugar y con la intensidad de la angustia que me paraliza. Sentí como si mi angustia fuera una nueva forma de expresar esas emociones embotelladas por años.
S me dejó de tarea hablar con Paulina y llorar, expresar, empezar a sustituir el recuerdo desde ese dolor y esa angustia por las emociones bonitas, los momentos felices que vivimos juntas. En estas semanas he estado trabajando en la tarea. Especialmente cuando florecen emociones como tristeza, angustia o ansiedad. En el momento que siento ganas de llorar, o que se me acelera la respiración, o que se me hace un agujero en la panza. Cuando una imagen bonita (mi hija en el columpio por ejemplo), es arrebatada por una de mi hija que sale volando y se estrella en el piso, empiezo a hablar con Paulina.
El ejercicio ha sido muy iluminador, sanador y liberador.
Me he estado disculpando por estar viva. Por estar bien. Por tener tanto. Me doy cuenta que esa tristeza nostálgica que me llega cuando estoy bien, es una forma de recordar a Paulina desde la culpa de yo estar viva.
Me he estado disculpando por no haberla podido salvar. Desde que me acuerdo, vivía consumida y pendiente por ella, estudiando cómo la veía, la escuchaba, si estaba mejor, peor, diferente, qué había perdido. Dormía pendiente de su respiración, muerta de miedo de que no amaneciera con vida. Apretaba fuerte todo el cuerpo, como hago en las turbulencias o en las curvas del coche, como si aferrarme, paralizarme, apretar, pudiera detener no inevitable. Como si tensarme toda, pudiera mantenerla con vida.
Estos días cuando siento angustia ante un ruido fuerte, o a la idea de que va a temblar, o al miedo de subirme a un avión, trato de decirme, «no la puedes salvar», «ponerte tiesa, no te va a salvar», «nadie se va a morir», «no tienes que proteger a nadie», «no estás a cargo de nada».
Querida Paulina:
Perdón que no te pude salvar. Ni estudiándote, ni acompañándote, ni rezando, ni siendo buena. Perdón que no pude evitar que te me fueras haciendo chiquita, marchita, fea. Perdón que te rebasé. Perdón que te olvidé. Perdón que solamente me puedo acordar de los últimos años, en los que estabas ausente y más enferma. Perdón que no supe cómo hacer para traerte de regreso cuando te fuiste. Estaba segura que si te cuidaba con todas mis fuerzas, no te pondrías peor. Juraba que si descifraba el problema, te curaba. Si te hablaba de la forma correcta, si te miraba de la forma indicada, me reconocías, me verías, volverías a hablar conmigo. Perdón por no haber podido lograr nada.
Mi cabeza adulta sabe que no me tocaba, que nadie podía haber hecho nada, pero mi corazón te quiere pedir perdón. Me da rabia la impotencia de no haber podido hacer más por ti.
Quiero aprender a apagar la alerta que traigo adentro. Perdonarme por no haber sido Dios con Paulina. Sacudirme la inercia de que sacar todas las antenas para evitar una tragedia. No tiene por que haber una tragedia. No soy dios para impedir una tragedia. Me pregunto si más personas que han acompañado a enfermos terminales sienten que apretando el cuerpo, estando de alguna forma, pueden detener la muerte. Me pregunto si otros como yo, se quedaron con la inercia de «vivir para impedir una tragedia», aún cuando ni siquiera haya una cerca.
*
No soy experta en la pérdida, pero sí ha sido algo que ha informado mucho de quien he sido y tratado de no ser. Estoy tratando de reconstruir mi historia para adueñarme de ella. Quiero dedicar esta sección a todas aquellas personas que perdieron algo o a alguien. Particularmente en una época en la que poco se sabía o hablaba del duelo. Quiero iniciar una conversación para quienes durante algún tiempo, han tenido atorada la pérdida y que estén trabajando por acomodarla y asumirla. Espero que mis textos nos den algo de paz y respuestas.