30 de marzo de 2017

Aquí reportando desde el delicioso día 2 de rutina normal. Teniendo una epifanía, para muchas obvia, pero para mi no, en donde tanto querer estar como mamá, tanto miedo a que se me rompan (físicamente) mis changas, se hace una mezcla de sobreprotección y saturación que a nadie ayuda.

Las últimas semanas estuvimos juntas, juntas, juntas, hartas, saturadas. Las niñas reaccionando feo y grosero conmigo. Me sentí, me cansé, tomé distancia, y magia.  En un ataque de «mis hijas están mega consentidas», mi reacción fue decir: ¡Se acabó!, no les hago nada, se atienden solas.

SANTO REMEDIO!!!!!

El castigo, resultó un regalo para todos. Están orgullosas de vestirse solas, de hacer sus cosas, están a su aire, no las correteo, yo descanso, no peleamos.

El castigo de yo decido el desayuno, no ustedes, de no hay tele si no se vistieron, resultó en paz y eficiencia. Claro, no el día uno, pero ya hechas a la idea, están encantadas. ¿Quién lo hubiera dicho?

Normalmente no quiero dejarlas en la escuela en las tardes, normalmente no quiero meterlas a cursos de verano,,, quesque para estar juntas, quesque para que tengan más juego libre.  ¿La verdad? Creo que les urge que tomemos más distancia (física y emocional). Nos urge independencia. Les voy a meter una sobre dosis de independencia, porque creo que a las tres nos hace falta.

Siempre he sabido que la sobreprotección apesta. Trato de no. Pero cojeo duro de dos tipos de:

  • Miedo a que se lastimen
  • Miedo a no ser una mamá presente o cercana. Especialmente porque me encanta trabajar, me encanta hacer mis cosas y me jala mucho estar en lo mío.

¡Que delicia y que emoción! Crecieron. Van de salida. Necesitamos espacio. Para estar juntas menos tiempo, pero de más calidad. Menos tiempo operativo, más tiempo compartido.

PD: Que alegría mi rutina!!! que felicidad arrancar el día como siempre.