FOTO: Mari Andrew Instagram

Paulina se murió el primero de julio del 2011. Estábamos en las vacaciones de verano, lo que le dio tiempo a mis papas de hacer el velorio, las misas, mandarnos a casa de mi abuela en la playa unas semanas y prepararse para retomar el regreso a clases.

No me acuerdo de haber ido a Gayosso, tengo que preguntar a mi mamá si fui o no fui. Recuerdo haber NO querido ir a Gayosso. Recuerdo haber pedido permiso de no ir a nada. Moría de pena de escuchar las frases de consuelo de la gente grande (ahora sé que se llaman pésames), sentía que no iba a poder tolerar la mirada de «pobre Marifer que se le murió la hermana» (ahora sé que se llama lástima). Creo que logré ir a pocas cosas, sé que a una misa sí fui, porque todavía me acuerdo de las frases, los abrazos, las miradas, que hoy sé que fueron bien intencionadas, pero ese día me despertaban rabia.

Pasó el verano, se acerco la entrada a clases. Me acordé que mi escuela tenía una ceremonia de inicio de curso, en el patio, con todos los alumnos (o al menos así lo recuerdo), las directoras, unas palabras de bienvenida y algunas noticias de la comunidad (éxitos, premios, agradecimientos, avisos). Entre las novedades, informaban los muertos en las vacaciones, pedían un minuto de silencio o expresaban empatía por la pérdida a los vivos, el caso es que sabía que me tocaba a mi. Me retorcía pensar que cuando dijeran «falleció la hermana de Fernanda Estavillo», o «un minuto por Paulina Estavillo», todos me voltearían a ver, (como si toda la escuela me conociera). Se me sigue haciendo corta la respiración de acordarme como sentía que a partir de ese momento dejaría de ser yo, para convertirme en la niña a la que se le murió la hermana. No quería ir el primer día de clases. Pero fui. No quería estar en la ceremonia, pero estuve. No quería escuchar las palabras, un minuto de silencio por los que perdimos en verano, pero las escuché. Por suerte, resulté no ser la única, aparentemente, junto con Paulina, se murieron algunos abuelos y la mamá de un compañero, así que no quedé tan sola en la lista, pude compartir el reflector.

No tengo claro si no querer definirme como a la que se le murió la hermana tiene que ver con dejar de ser yo, o con contactarme con esa pérdida. Es nuevo para mi asumir que perdí a Paulina. Es nuevo para mi asumir que sí existió. Desde el día que se murió, dejé de decir su nombre, negué las fotos, me rehusé a hablar del tema. A la fecha, me cuesta decirlo, me cuesta aceptar la cara que me mira cuando lo digo, me enoja ser esa. Me sacude menos, estoy un poco más abierta a contactarme con la ternura, la compasión, sigo respondiendo con frases cortas, concretas, recargándome poco en las emociones, en las partes difíciles. Me enfoco en lo lejos que está el día de su muerte, en lo esperada que fue, en lo acomodada que está.

Nos guste o no, nuestras experiencias impactan mucho de cómo vemos y sentimos la vida. No nos definen, pero si nos informan. Quiera aceptarlo o no, crecí en una familia unida, profunda, divertida, bonita, cariñosa, intensa, asustada, complicada, enojada, cansada, impredecible, resiliente. No soy solamente a la que se le murió la hermana, pero sí una parte.

Ayer me enteré de la trágica muerte de una niña de ocho años, lloré, lloré, lloré. No la conozco, pero conozco mi miedo a perder a mis hijas, conozco la impotencia de no poder detener el tiempo el día de antes, conozco el dolor de no volver a tener contacto con la presencia física, de ir perdiendo con cada día que pasa un pedacito de los recuerdos. Conozco la paradoja de querer a alguien con todo el corazón y no por eso, poder guardarlo en la memoria. Conozco la angustia de atestiguar que no importa que tan maravillosamente hayas sido en vida, el paso del tiempo te borra.

Ayer me acordé el miedo que me dio convertirme en la que perdió, en a la que se le murió. Ayer, con la noticia de la chavita, me conecté, no con Paulina, no con su pérdida, sino con la pérdida de cuando era solamente yo. María Fernanda, la segunda, la de en medio, la hermana de dos. Me doy cuenta que al no querer definirme bajo la lupa de Paulina, congelé, adentro de mi, las raíces de mi historia

*

No soy experta en la pérdida, pero sí ha sido algo que ha informado mucho de quien he sido y tratado de no ser. Estoy tratando de reconstruir mi historia para adueñarme de ella. Quiero dedicar esta sección a todas aquellas personas que perdieron algo o a alguien. Particularmente en una época en la que poco se sabía o hablaba del duelo. Quiero iniciar una conversación para quienes durante algún tiempo, han tenido atorada la pérdida y que estén trabajando por acomodarla y asumirla. Espero que mis textos nos den algo de paz y respuestas.