FOTO CABECERA: MARK STEVERS CARTOONS

Soy el tipo de persona que necesita ayudar. No que le gusta (cosa que también), pero que NECESITA ayudar. Cuando alguien dice «no puedo llevar a mi hijo a la fiesta», me ofrezco a hacerlo. Si escucho un «estoy estresado por…» inmediatamente empiezo a pensar en soluciones posibles. Si veo a la otra persona incapaz de ejecutarlas, me ofrezco a hacerlo.

NECESITO AYUDAR, TENGO QUE RESOLVER, por que si no lo hago, no puedo respirar.

Me siento hipócrita, porque parece que soy a toda madre, parece que soy lindísima y que tengo un espíritu de servicio impresionante. La verdad es que yo creo que es mi forma de compensar la culpa que me da haber nacido con tanto. Me siento poco genuina en los motivos que me impulsan a dar.

Nací segunda de una niña con una serie de enfermedades que le impedían desarrollarse completamente, ver con claridad, expresarse verbalmente, ir a la escuela y demás. Nací antes de otra hermana con otra serie de padecimientos, que aunque menores a los de la primera, le hicieron difícil llevar una vida normal. Yo nací sana. Mejor que eso: aprendo rápido, me da curiosidad casi todo, soy determinada y disciplinada, trabajadora, así que como dice el dicho «nature vs nurture», tengo los dos. Fui la única hija de 3 que tuvo broncas, por lo mismo, la única a la que se atrevieron a exigirle, lo que me hizo esforzarme más.

Tengo esta sensación en la boca del estómago de que debo esforzarme, debo dar más, debo ayudar. Es como si toda la gratitud que siento de la suerte que tengo y he tenido, se transformara en necesidad de ayudar, de aliviar. Siento mi responsabilidad que la gente que está alrededor mío no sufra. Siento que lo malo me debería tocar a mi. Me apena cuando algo horrible le pasa a otros y no a mi. Así que ayudo, dono, apapacho, absorbo, escucho. Y como pasa con el último cigarro que apagas, nunca es suficiente, necesito encender otro, porque si no lo hago, no cayo ese vacío que siento en la boca del estómago.

Es como si toda la gratitud que siento de la suerte que tengo y he tenido, se transformara en necesidad de ayudar, de aliviar.

¿Le pasara esto todas las personas que sobrevivieron a alguien cercano? ¿Será esta la respuesta natural de los que quedamos? ¿de los que nos salvamos? ¿O será la forma en la que mantenemos el último vínculo vivo? ¿La forma de no dejar morir lo último que hicimos?

Escribiendo esto, pienso si no será mi forma de mantener viva a Paulina, o a la Fernanda que cuidaba a Paulina. No sé si esta necesidad de compensar, sea culpa de nacer sana o sea una forma mantener viva a la primera persona que fui. En la serie This is Us, la triata le dice a uno de sus hermanos, «si no soy tu hermana, no sé quien soy». Tal vez sea algo así lo que me pasa.

¿Qué será mejor? ¿frenar? o ¿encausar la compulsión de ayudar? A veces pienso que estoy tratando de quitar el dolor del mundo, una persona a la vez. Otras, que estoy tratando de conectarme con él, como lo haces de una manguera de oxígeno.

Pareciera que estoy atrapada tipo «el día de la Marmota», reviviendo emociones y sensaciones una y otra vez. Compulsivamente buscando conectándome con el dolor ajeno y tratando por todos los medios de desaparecerlo.

En terapia me han dicho dos cosas: que me «torturo» y que no me doy permiso de ser feliz. Que es como si tuviera un pacto no hablado con Paulina de no gozarla en su honor. Me hace sentido, no a nivel racional, pero sí a nivel visceral. La idea de sentirme ligera me duele. No me imagino una vida sin esta piedrita en el zapato. Sin ese algo que me pique, me baje, me canse, me exija.

Ayer mi hermana me habló de un diario de gratitud, un ejercicio en el que todos los días, anotas 3 cosas por las que quieres agradecer. ¿Será posible que la culpa se calme con gratitud? No me suena tan lógico, porque mientras más agradezco, más culpa siento, mientras más consciente estoy de lo que tengo, más ansiedad me da. Por otro lado, no sé si el ejericio de agradecer, irá dando permiso a la sensación de «placer» que de sentirme bien. Voy a intentarlo. Se me ocurre acompañarlo de un ejercicio de consciencia de compulsión. Escribir al lado las cosas que hice ese día por alguien más. A ver si así identifico un poco la liga que hay entre mi sensación de bienestar, mi culpa y mi compulsión por ayudar.

FOTO: https://bringgratitude.com/2014/02/how-to-start-a-gratitude-journal/

No cabe duda que no es fácil ser el que se queda, el que pierde, el que sobrevive. Han pasado casi 30 años de mi pérdida, y sigue afectando mucho de mi hacer y no hacer en la vida. Siento ilusión (y miedo) de quién seré yo, cuando haya acomodado a Paulina. ¿Hay algo que hagas en el día a día que de alguna manera mantiene vivo el vínculo con la persona que perdiste? ¿Hay algo que no te permites hacer o sentir por culpa de haber sobrevivido?

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No soy experta en la pérdida, pero sí ha sido algo que ha informado mucho de quien he sido y tratado de no ser. Estoy tratando de reconstruir mi historia para adueñarme de ella. Quiero dedicar esta sección a todas aquellas personas que perdieron algo o a alguien. Particularmente en una época en la que poco se sabía o hablaba del duelo. Quiero iniciar una conversación para quienes durante algún tiempo, han tenido atorada la pérdida y que estén trabajando por acomodarla y asumirla. Espero que mis textos nos den algo de paz y respuestas.