Febrero 7 de 2016
Creo que no hay nada que nos de más orgullo como mamás que ver a nuestras hijas superar a la maestra. Por ejemplo, yo era penosa, callada, introvertida y me encanta ver en Lucía (y sobre todo en Inés), la libertad de platicar con todo mundo, de socializar, de correr, de reírse. Son divertidas y ligeras, contrario a como me recuerdo de niña.
También no hay nada más gacho, que cuando vemos que copian nuestros defectos, sobre todo aquellos que nos han hecho sufrirla. Hoy en la mañana rumbo al colegio, me dice Lucía, – ¡Qué bueno que no nos han robado a nosotros o a nuestra casa mamá.»- Me quedo helada y le pregunto, – ¿llegó ese pensamiento a tu cabeza?-, a lo que me contesta, – Sí, es que siento que me van a robar o van a robar la casa.
¡Así crecí, así vivo! me acuerdo de niña rezando «por favor Dios, que no se metan rateros a la casa». A la fecha soy la más miedosa. Me choca que aunque cuido lo que digo, seguro huelen mis miedos, y Lucía a sus escasos 5 años y medio, ya está temerosa como yo. ¡GRRRRR! ¡me caigo gorda! Tengo que chambearle duro. Lo más difícil es que es de dentro hacia afuera, porque claramente no estoy actuando bien.
¿Qué miedos les has transmitido a tus hijos? ¿Cómo te sirvió tenerlos? ¿Cómo crees que podemos moderar esta herencia de temores.