[PROSA]
SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
La foto de la columna de Millás me repugna. Me lleva de nuevo mi secundaria. Me recuerda la sonrisita vacía e hipócrita de las monjas con las que crecí. Se me retuerce la panza de acordarme la nula guía espiritual que recibí de ellas o de su iglesia. Las veo y me enojo de acordarme lo ajenas que se sentían a nosotras, lo superiores. En mi escuela no recuerdo ningún escándalo de pederastía. Pero sí recuerdo la poca congruencia entre lo que predicaba mi iglesia, mi religión, y las acciones de las monjas de mi escuela.
Tal vez sea por esta sensación de traición que me resulte tan complicado responder a la columna de esta semana. A los trece me emancipé de la religión con la que fui criada. Desde entonces me pica la inconsistencia de todos aquellos que prefieren colgarse un sagrado corazón, que cuestionar el rol de la iglesia. Tan pendientes de los demás, tan listos para elaborar juicios sobre los otros, creen que tienen la verdad, la única verdad en la mano, y no tienen siquiera los pantalones para encarar lo que hace su propia iglesia.
Me enoja la foto. Me hace sentido la foto. Ojos cerrados, besos en la mano. Sonrisa vacía, codo a codo como borregos en establo. Definitivamente creo que la obviedad lastima. Al menos a quienes alguna vez creímos y ahora nos atrevemos a sacudirnos el ocio y cuestionamos.
«Esta fotografía dice tanto de sí misma que resultaría ocioso comentarla.»
Los domingos, traen consigo la columna semanal de Juan José Millás. Me parece especial e interesante el texto que resulta de la imagen que elige. En un esfuerzo por ampliar los temas de los que escribo, me he propuesto, responder – también semanalmente – con otro texto a la imagen y/o al texto de su columna.
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