[PROSA]
NIÑA PERDIDA
Dicen que no hay etapa de mayor estrés que ser niño. Darse a entender, identificar lo que quiere, lo que siente. Tratar con adultos que creen que saben mejor, que tienen la razón, que tienen el poder. Moverse en un mundo que se ve gigante. La confusión de caminar en un mar de piernas con prisa.
Ya no tengo 3 años. Ya no experimento el mundo a un metro de altura. Pero a veces, todavía me siento tan perdida, angustiada e incomprendida como se supone que se sienten los pequeños de kínder. No puedo imaginarme que mis hijas estén más preocupadas que yo. O más estresadas. Ellas todavía creen en Santa y quieren ser un pony que canta. Mientras que yo; yo vi como asaltaban a unos metros de distancia, leo como un homofóbico sale a matar, veo la nata de mugre afuera en la ciudad.
Hoy me siento tan perdida como ése niño Leo de 3 años que por unos minutos se despegó de sus papás en la Feria de Madrid. Tengo la respiración acelerada, me sudan las manos. Siento que se me mueve el piso. Temo no volver a ser la misma y perderme en la angustia para siempre. De pronto, como los padres del niño perdido se vislumbran entre la gente; veo a mis niñas jugando en la sala. Voltean, me sonríen, corren hacia mi, y con un abrazo apretado, me encuentran.
Los domingos, traen consigo la columna semanal de Juan José Millás. Me parece especial e interesante el texto que resulta de la imagen que elige. En un esfuerzo por ampliar los temas de los que escribo, me he propuesto, responder – también semanalmente – con otro texto a la imagen y/o al texto de su columna.
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