[PROSA]
MENOS DIOS Y MÁS HOMBRE
Educada en escuela de monjas e hija de una madre profundamente católica, desde pequeña me ha costado trabajo entender las incongruencias de la iglesia. Votos de humildad -física – pero de gran soberbia intelectual. Lecciones de amor con una lista de no aceptados más larga que la cuaresma. Una incondicionalidad condicionada. La figura del sacerdote, limitado de las emociones humanas de la vida cotidiana, fungiendo como juez y guía de aquellos que nos exponemos a las pasiones, miedos y deseos de todos los días. No creo en el infierno, me opongo a comportarme como una persona compasiva, empática y bondadosa, por miedo a que me vaya mal. Me resisto a negar mi humanidad por temor al inframundo.
Mi pelea, es con la institución, la parte humana, que curiosamente, poco tiene de ello. Me quedo con la espiritualidad, me quedo con dios, me quedo con lo mejor que me regaló mi mamá: el cerrar el día dando gracias, reflexionando lo que pude hacer mejor y encargando a la gente que quiero. Me quedo con mi Ángel de la guarda, mi dulce compañía. Me quedo con el cielo, donde me esperan todos aquellos que se me han adelantado y siento presentes de otra manera día con día. Me quedo con todo éso, no porque esté segura que exista. Porque me da paz, me guía, me da la humildad de saberme y sentirme humana y agradecida.
Los domingos, traen consigo la columna semanal de Juan José Millás. Me parece especial e interesante el texto que resulta de la imagen que elige. En un esfuerzo por ampliar los temas de los que escribo, me he propuesto, responder – también semanalmente – con otro texto a la imagen y/o al texto de su columna.
Haz clic para leer la columna de la que tomé la foto y el texto de Juan José Millás en el País Semanal.