8 de marzo de 2016

No sé hasta que punto la muerte de mi hermana Paulina me dejó medio tocadiscos con la muerte. Desde siempre he tenido esta sensación de que me voy a morir joven. Supersticiosa como soy, entre el pensarlo y ahora el escribirlo, juro que la estoy invocando. En fin, con esta sensación de que no voy a estar aquí para ver crecer a mis changas, llevo un ratote tratando de por aquí, escribir lo que querría decirles cuando no esté. El gran problema es que no sé ni por donde empezar. Al menos no sabía. Llevo un par de entradas con el tema, pero no he logrado taclear una estructura que me deje con la paz de que cubrí lo más importante.

Hasta que leí Martes con Morrie. Un regalo de mi papá que no pudo llegarme en mejor momento. En una etapa de gran crisis de identidad, entre mi yo profesional y mi yo personal, Tuesdays with Morrie me llega como un cubetazo de agua fría. Un golpe que me despierta, me motiva y me empuja en la dirección correcta.

Esta entrada tiene como fin:

  • Agradecer a Morrie por existir (donde quiera que esté), por dejarnos lo que nos dejó y ponernos a chambear en lo que realmente importa
  • Recomendar el libro. Está chiquito pero picoso, profundo, ligero, conmovedor.
  • Establecer como contexto para la serie de entradas “Carta a mis hijas” en donde trataré de, como Morrie con Albom, documentar lo que fui, lo que soy y lo que me gustaría que fueran.

“Death ends a life, not a relationship. All the love you created is still there. All the memories are still there. You live on- in the hearts of everyone you have touched and nurtured while you were here.”

“There is no such thing as ‘too late’ in life.”