8 de febrero de 2017

En este preciso momento, tengo los ovarios en la garganta. Por una excelente razón. Lucía tiene fiesta mañana en un lugar de maquinitas. Su primera fiesta solapas. Los papás de la fiesta se rifaron a llevarse un grupo pequeño de amiguitos. Mi primera reacción fue, como madre sobre protectora que soy, ofrecer un par de manos extras para ayudar. O sea, que para estar ahí de untada, para llevar y traer en MI COCHE a MI HIJA. Para YO llevar al baño  MI HIJA, para estar parada en la puerta y ver con MIS OJOS que no se llevan a nadie. Obviamente me dijeron que sí, que mil gracias. Estaba gozosa de «darle permiso» a Lucía y tener pretexto de estar ahí.  Ya hoy, habiendo bajado la borrachera de la sobre protección, captando que soy LA ÚNICA mamá que va. ¡OJO! no la única nerviosa, sino la única con los medios de convertir el nervio natural de las primeras fiestas solos, en son sobre protección.

Hoy, platicando con un par de mamás que están nerviosas, pero que no pueden ir, capto que soy la única. Que Lucía es la única niña que llegaría a parte, que tendría a su mamá ahí. Aunque está lo suficientemente chica para no sentir el oso de llevar mamá. No quiero que sea esa niña. No quiero ser esa mamá. No quiero que a nivel inconsciente piense que el mundo es peligroso, que ella no puede ir sin su mamá. Quiero una hija valiente, confiada, libre, feliz, autónoma, independiente. Quiero ser una mamá valiente, confiada, libre, feliz, autónoma, independiente.

Y sí, creo que se empieza, una maquinita a la vez.

¿Cómo es la maternidad cuándo crecen? ¿Qué nos pueden aconsejar las mamás de hijos más grandes? ¿Cómo se ve todo desde el piso de primaria alta? ¡help!