6 de diciembre de 2015
Hace unos minutos escribí acerca del machismo. Obviamente producto de una pelea con Toño en la que me súper enojé porque no agradecí el favor de que cuidara a las niñas ahorita.
Los tres se fueron al parque y me mandó un mensaje diciendo que aproveche, que decanse. Me doy cuenta que el enojo desapareció y ahora me da una culpa enorme haberme quejado y quedarme de «floja» en mi casa.
Pero me urge!, me lo merezco! Me toca!
Entonces, por qué la culpa?
Me doy cuenta como nuestro yo perfeccionista, la necesidad de ser estas mujeres estóicas, omnipotentes, omnipresentes, nos da un balazo en el pié. Es fácil achacar mucho a la herencia del machismo, cuando creo que las primeras que tenemos que dejar de ser «machistas» somos nosotras. Olvidar lo que toca o no, y mejor hacer equipo, darnos chance y dejar de buscar la medalla del esfuerzo y la fortaleza. Ojalá fuera mas fácil recordar que nuestro rol es de humanos antes que de mamá o esposas. El estándar, de hacer lo mejor que podamos, versus el ser perfectas. De ser felices antes que poder con todo.