30 de mayo de 2016

Una gran parte de mi trabajo y pasión consiste en crear. Crear ideas, crear conceptos, crear historias, crear palabras, crear ambientes, crear sensaciones. Crear, crear, crear. Aunque es algo que me fascina y hasta se me da, es difícil mantener la flama encendida, o como diría Shonda Rhimes en su súper TED Talk, mantener «The Hum». 

Como junkie de la creatividad, continuamente hago cosas que me estimulen, que me ayuden a experimentar el mundo desde un lugar fresco. Como estoy segura que hay muchas personas, dedicadas o no a la creatividad, que disfrutan de salirse de la rutina, les iré poniendo aquí ejercicios que haga por is les sirve de inspiración.

(Yo teteando en secundaria)

Captura de pantalla 2016-06-23 a las 9.08.14 p.m.

El ejercicio de hoy se llama: Las 5 preguntas.

Dicen que para llegar al fondo de algo, lo ideal es hacer o hacernos 5 preguntas. Preguntarnos 5 veces ¿Por qué? Los mercadólogos así sacan los benditos insights, que son estas verdades universales que nos motivan a hacer cosas. Voy a hacer el ejercicio con el propósito de ilustrar y también para aprovechar a desarrollar algún tema que traiga en la cabeza.

Tengo el complejo de ser aburrida, de güeva

¿Por qué?

Porque siempre me he sentido «diferente», «rara», «freak». Con ideas, conductas, lenguaje, hábitos que no hace el común de la gente, por lo que siento que incomodo o saco de onda. Juro que mis conversaciones son densas y atarantan.  Nunca se me ha dado el small talk. Soy chistosa, pero me gusta hablar de temas serios, profundos.

¿Por qué?

Porque me gusta sentirme viva. Me gusta que entretenga un tema. Me gusta sentirme apasionada cuando hablo y escucho. Me gusta analizar y analizarme. Me fascina la psicología y la conducta humana. Me interesa conocer lo que hay adentro de las personas y de mi. Lo que me y nos mueve, los demás temas, la viboreada, las anécdotas del clima, me entretienen un ratito, pero luego me aburro.

¿Por qué?

Porque no prenden nada adentro de mi, no hay un ejercicio de empatía, o de debate, o de conexión. Difícilmente siento conexión con alguien hablando de la película que vio ayer. En cambio, cuando hablo con alguien de sus sueños, sus miedos, sus historias, sus osos, entonces ahí siento que me conecto de verdad.

¿Por qué?

Porque siento que se crea una complicidad padre cuando dos personas comparten su interior. Por naco que suene, o por cursi. Porque los intercambios superficiales, me parecen aburridos, fríos, y honestamente, irrelevantes.

¿Por qué?

Porque a menos que alguien tenga un valor de entretenimiento muy alto, léase, sea MEGA CAGADO, AGUDO, o CREATIVO, hablar del clima, de las noticias o de bobadas, aburre a cualquiera. No me refiero a que no me guste, ni me divierta, pero ¿cuándo fué la última vez que pudiste mantener el interés en una conversación así durante 3 horas seguidas? o ¿durante 6 encuentros seguidos? La realidad es que la conexión se alimenta de conocernos un poco más, a un nivel más personal. Y no me refiero a temas pesados, o densos, hablo de compartir historias, anécdotas, deseos, miedos, errores.

¡Qué interesante ejercicio! Por fin entiendo o supongo al menos, porque siento que no soy para todo mundo. O porque no somos todos para todos. Siento que no todo mundo estamos o dispuestos a abrirnos con todo mundo, o no todo mundo está interesado a darse a conocer o conocerse. Por fin entiendo que 1) cuando no tengo conexión me desespero, me pongo nerviosa. 2) No sé como sacar las pláticas que me gustan, como cambiar el foco de temas ajenos a las personas con las que estoy, a temas que me hagan conocer más de las personas. Creo que el experimento «bis» de éste a partir de mañana, será que pasados los 20 minutos reglamentarios de calentamiento, aprenda a hacer preguntas, a hablar de mis cosas, para así acostumbrarme a «conversar» más y hablar menos.

Me encantaría saber si hiciste el ejercicio, leerlo, escribe y comparte.