Por si no ha sido suficientemente obvio, soy no cursi, lo que sigue. Ya ni siquiera intento evitarlo – o disimularlo -. Después de meses de intentar lograr una dieta que no me dura más de 2 días, hacer el recuento de planes y proyectos que en un inicio me apacionan pero luego dejo sin terminar. Caí en cuenta de una cosa: me boicoteo. Mi mente me juega no chueco, chuequísimo.
Me di cuenta que tengo ciertas actitudes con las que me saboteo. Así que elegí cinco palabras como mantra, para luchar contra mi más profunda forma de reaccionar ante mí misma. No existe un orden de importancia específico.

El ego me gana. Las ganas de estar en todo, vivir todo, hacer todo, me pierde. Tengo que aprender que hay un momento para todo, priorizar, elegir y dejar ir. Enfocar mi energía y creatividad.

A mi misma. Muchas veces no escucho lo que realmente quiero o necesito. Me atropello, me hablo feo. Soy mi peor porrista, mi peor jefa. me cuesta decirme los sís correctos, los nos necesarios. Me regaño y me sobre exijo.

Cuando arranco, todo es felicidad. Veo las posbilidades, tengo la energía. Al paso del tiempo, o del avance natural del día o la semana, mi energía baja. El cansancio se apodera de mi y mi visión se nubla. Veo el pelo en el arroz. Pierdo perspectiva y me desgasto con los más insignificantes detalles.

Como dice mi mamá (y el dicho), si las cosas fueran fáciles, cualquiera las haría. A veces olvido que ese extra de fuerza, de ganas y de empuje, es el que me har dará llegar a la meta. Tirar la toalla a medio camino, y más después de haber recorrido lo pero, es una tontería.

La maldita duda, de mi, del proceso, del esfuerzo, de la vida. Confiar en que todo se dará. En que todo saldrá bien, es una forma de vivir en constante preocupación de NADA, a lo güey, de pasar noches de insomio sin sentido. De dejar pasar la vida por el «que tal que», en vez de disfrutar y AGRADECER lo que es.
PD también obvio – soy re pocha –