3 de febrero de 2017

Llevo ya una semana de caminar en promedio 15mil pasos y me duele todo. Sumando eso a la ya una semana de insomnio, no puedo mantener los ojos abiertos, me siento destruída. En este punto de máximo cansancio y total impaciencia con mis hijas, la culpa me rebasa por la derecha. También la duda.  Siento que está mal que me empuje tanto. No me doy permiso de sentirme cansada o de malas. No quiero bajar el ritmo, pero me siento agotada. ¡Lo bueno es que mañana es sábado.! Siento que está mal que por escribir, hacer ejercicios, chambear, es decir, perseguir todo lo que me hace yo, y no esposa o mamá, esté medio quemadona. Me da tentación suspender algo, pero ¿la neta? el año pasado me faltó empuje y este no quiero que se me escape como el 2016.

Ayer fueron a la casa las amigas de Lucía para practicar el baile. Como la miss de baile no pudo ir, otro par de mamás y yo la hicimos de maestras. Sigo sin entender por qué, pero me puse de pésimo, pésimo humor. Me ultra chocó corretear niñas. Sentí que ni es la relación que quiero con las amigas de mis hijas, ni tengo la energía para corretear a nadie más. No repito. Para variar entré en mi vortex del terror en el que me impaciento, me pongo de malas, siento que habló brusco, me da culpa, me da miedo caer gorda, me estreso, me pongo más de malas y total que termino agotada y sintiéndome mala malísima.  Por lo menos ya aprendí que no me gusta ser miss, y espero al martes a explorar este tema con la loquera, pues se me hizo demasiado mal humor y enganche para una babosada.

¿Por qué será que nos exigimos tanto? ¿Cómo le haremos para educar a nuestras hijas a presionarse menos?