28 de febrero de 2016
El sábado pasado, platicando con papás y mamás del salón de Inés acabamos futureando acerca de la adolescencia de nuestros hijos. Ventilamos nuestros miedos al abuso de alcohol y drogas, remembramos nuestras propias irresponsabilidades de adolescentes y al menos yo, terminé con una sensación de cero control en ésa etapa tan rebelde.
Aunque hablamos de niños de 3 años de edad, y faltan por lo menos 10 años para que estén en secundaria, me cayó un veinte muy importante: no podemos esperar a los 13 años para preocuparnos. No se trata de blindarlos evitando que sean la adolescencia o intentando controlarlos llegado secundaria. Tenemos que empezar hoy. Sembrar en estos poquísimos años que tenemos control e influencia, que los estamos formando. Acordarnos que la rutina de dormir, las reglas al comer, la racionada de dulces, todo, tiene más que ver con forjar disciplina, moldear el carácter, transmitir el valor de las normas y la espera, que con que no se ensucien la ropa en la mesa.
Recordar que cada NO, cada DAME UN MINUTO, cada YA TUVISTE SUFICIENTE, se suma a una serie de abdominales de frustración y tolerancia que será, al final del día, lo único que podemos darles realmente, para acompañarlos, y protegerlos, en la etapa más compleja de un hijo: la adolescencia. Creo que debemos rezar menos, asustarnos menos del futuro y chambearle más en el presente, en la infancia, en las “tonterías” de kinder.
¿Estaremos haciendo lo suficiente hoy para blindarlos en el mañana?