26 de mayo de 2016
Vengo de una familia más bien tradicional, de papás educados por papás autoritarios. Donde mis papás aunque se ‘alivianaron’, entre por herencia y por época, veían la relación padre-hijo desde una perspectiva más bien jerárquica. Un sistema en donde los chicos nos adaptábamos a los grandes.
Hace unas semanas, mis suegros a) nos prestaron la casa para hacer la fiesta de lucía, b) nos cuidaron a las niñas a dormir post-fiesta, para que pudiéramos cenar con mi cuñado y unos primos, c) a la mañana siguiente, nos trajeron a las changas a domicilio y de ahí se lanzaron a ver a mi cuñado a domicilio (porque no se alcanzó a despertar para desayunar con ellos. Lejos de quejarse, exigir, o simplemente callarse y esperar a que los hijos hagamos lo que en teoría nos toca, ellos son los que bajan la guardia, ceden y se adaptan.

Viniendo de mi familia, de papas cariñosos, apoyadores, presentes, pero más del tipo papas vs hijos, directores vs godines. En donde la voz cantante es la de los de arriba y al que le toca acomodarse y ceder es al hijo. ‘Ven tú’, ‘El plan lo escogemos nosotros’, ‘no te voy a esperar otros 5 minutos’, etc. Veo a mi suegra y pienso: ¿cuánto vale el poder? ¿a qué precio tenemos la sartén por el mango?
Me doy cuenta que mi inercia es «ganar», «poner las reglas», «dictar el ritmo», «ser la voz cantante». Veo a mi suegra que consiente a mis hijas siempre que es posible (por cierto, mi mamá también!) y como consiente o cede con sus hijos, y me doy cuenta de la importancia de no perder el norte. Lo valioso que es dejar que los hijos lleven la voz. No me refiero a hijos dictadores, no me refiero a perdernos en el camino. Me refiero a que si nos da más lo mismo, si no nos cuesta nada, decir más SIs, acomodarnos más, puede resultar más gratificante y mejor a la larga.

Al menos desde hace un par de semanas tengo ése propósito. Tengo que decir que me está costando sangre. «Por fin me tocaba a mi!!!» jajaja. Pero bueno, veo a Toño, y lejos de ser una persona demandante, es igual de generoso y consentidor que sus papas. Pareciera que al educar así, al dar espacio para el otro, lo que pasa es que educamos a hijos capaces de dar espacio para los otros. Capaces de acomodarse y ceder. Hijos sin hambre de poder, de ser oídos, de pelear un lugar. Hijos cómodos, relajados, seguros de que tienen una voz, un lugar, un momento, dentro de un ámbito más grande, con otras personas. En donde todos cabemos, todos tenemos un lugar.
¿A ti cómo te educaron? ¿Cómo está la dinámica de poder entre padres e hijos? ¿Qué crees que ha funcionado y qué crees que no tanto?