25 de noviembre de 2015
Platicando con otra mamá, con algunos años más en esto que yo, me dejó pensando en el impacto que la maternidad tiene en nuestra identidad. Si bien la vida de manera natural nos va llevando por etapas que ameritan ajustes; siento que la maternidad lo hace con mayor frecuencia e intensidad.
Acomodar nuestra auto-definición de profesionistas a mamás de tiempo completo. De mujeres independientes a mamás comprometidas. De generadoras, ahorradoras y administradoras a cero económicamente productivas. (Y esto solo con el nacimiento de el-los primeros hijos).
Luego llega la etapa preescolar y nuevamente tenemos que cuestionarnos ¿quiénes somos?, ¿quiénes queremos ser?, ¿con qué pedacitos nos quedamos?
Ni entrar en el tema del nido vacío, en el cual auquellas mamás que eligieron la maternidad al cien, tienen que reinterpretar esos espacios para darles nuevamente sentido.
Al menos en mi caso, estas desiciones, invariablemente impactan en esferas que van más allá de mi-me-conmigo, pues esa nueva identidad a veces encaja o no, con la relación que tengo con mi familia y amigas. Con lo que espero dar y recibir.
Pienso en esto, y me doy cuenta que la maternidad lo que más necesita es de una mente creativa y flexible. Que se adapte. Una actitud de disfrute a lo que va llegando, como vaya llegando. Menos análisis a los títulos y significaciones de los espacios que vamos ocupando, y más inyectar de lo que nos haga felices cada día. Si tan sólo fuera tan fácil!
Reinventarnos es un arte. Es el don de adaptarnos, agradecer y disfrutar. Tener la capacidad de explorar y redescubrirnos en las nuevas situaciones, relaciones, emociones, conversaciones.