23 de diciembre de 2015
Hace un mes regresé de un taller de creatividad en San Francisco. A mi regreso, me llena una mezcla de vitalidad, nostalgia y escepticismo. Inspirada y cargada de energía por las ponencias. Confrontada con el impacto que han tenido mis desiciones profesionales. Dudosa de realmente ser un día lo que quiero ser.
Hasta hoy, me he desenvuelto a la sombra de alguien que admiro; primero empresas, luego directores y ahora colaboradores, pareciera que siempre pedaleo detrás de los proyectos y los sueños de otros. Me gusta. Me encanta. Me llena de satisfacción, casi los siento propios. Pero, al final, como las rentas, le metes y le metes, a algo que nunca será tuyo.
He ayudado a fundar varios proyectos, hoy exitosas empresas. Aún así, no tengo claro qué haría si me independizara. ¿Algo creativo?, ¿Filantrópico?, ¿Familiar? Lo pienso y no lo veo. Quiero hacerlo pero no me atrevo.
¿Llegará realmente el día en el que haga algo excepcional profesionalmente hablando? ¿En que deje de ser la side kick para convertirme en mí?