20 de mayo de 2016

Como todo en la vida, hay cosas que se cumplen y cosas que no. Fantasías que cuando llegan descubrimos que no son lo que esperábamos y otras que no eran fantasías y resultan mejor de lo que hubiéramos pensado.  Así me pasó a mi con la liga de fútbol de Toño.

Desde hace más de 20 años, Toño juega fut los sábados. A una hora de distancia, más 2 de partido, más 1-2 de desayuno/chelas, el fútbol ha sido, casi siempre, la actividad de los sábados. A veces él sólo, a veces yo también me unía. Un espacio de tierra, chelas, amigos y campo que siempre me ha fascinado. Un plan 100% adaptable, en donde el único defecto son los baños (bastante campiranos).  Ideal para la cruda, para reconectarla, para platicar, comer delicioso, hacer ejercicio o simplemente tomar el sol. Ambiente chamagoso por obvias razones, y dominado por hombres, así que libre de poses, de rollos, y de todas ésas cosas que le quitan fluidez al convivio.   En fin, siempre me ha gustado subir al partido, y siempre había soñado con ir con mis hij@s a ver a su papá.   Unos años después….

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Se cumplió el sueño.  Llegamos temprano, echaron porras, comieron quesadillas (Inés de salpicón de res y lucía de chicharrón prensado), corrieron, jugaron, con perros, platicaron con los amigos de su papá. Fué todo lo que esperaba y más. Regresamos felices e insoladas después de que llegara un capitulo esperado.

La mejor parte es que yo también tengo amigas ahí, amigas que no he visto en muchos años, que tienen hijos de la edad, y que con suerte, serán amigos de mis hijas. Siento que es básico encontrar ésos espacios en los que cabemos todos: los papás, los hijos, donde no todo es Barney y tampoco tequila, donde hay un poco de todo. Siento que solamente así, solamente encontrando planes que a todos nos llenen de energía, podemos disfrutar como familia, disfrutar a la familia.  Que importa si dicen groserías, o si el baño está medio-medio, o si nos empanizamos de lodo. Para eso habrán otro tipo de planes. Además de que si mantienes tus anclas de joven, siento que te impide cambiar tanto, olvidarte tanto, perderte tanto de quién eras. Si cambiamos de amistades y planes al 100%, es como si nos hubieran hecho un transplante de cerebro. Hay que madurar y hay que crecer, pero siempre hay que guardar un poquito de juventud, de reveldía, de travesura, para que no nos asustemos cuando nos veamos en el espejo.