2 de diciembre de 2018.
Los castigos no jalan (o al menos para mi). Ayer cerré con broche de caca una serie de 5 días de total intensidad. Días previos a la entrada a clase, Lucía pasando a primaria, las niñas cerrando un verano largo y divertido, pero ya con urgencia de retomar rutina.
El caso es, que las niñas llevaban (especialmente Lucía), unos días del terror. Bandazos entre excelente humor y gritos. Alternando entre el llanto y la risa, el amor entre hermanas y la rivalidad, chupando toda la energía que tengo (y la que no también).
Total que en mi desesperación, desde el viernes empecé a imponer castigos. «Consecuencias lógicas», aunque sumando, sumadas, cero lógicas. Se duermen echando relajo, pierden los peluches, que berrinche a la hora de apagar la tele, «pierden la tele. Que no hacen caso a la hora de recoger, «castigo esos juguetes», sobra decir que para ayer en la tarde, ya les había castigado TODO, TODO. Solamente me quedaba amarrarlas y taparles la boca con diurex. Agotada yo, comprensiblemente frustradas ellas, enfrascadas en una interminable, tonta y abrumadora lucha de poder las tres.
En resumen, los castigos, no jalan, no para mi. Menos, en una edad en la que prohibir salidas o amigos, tele o peluches, puede ser un auto gol, por lógica que sea la consecuencia. Más cuando empieza a formarse una bola de nieve. Creo que, por desesperada que esté, me quedó con conectar primero y corregir después, tomar aire y respirar. Confiar en que son preescolares y no están terminadas, poner límites, pero pensar bien los castigos, y sobre todo, pensar bien en no sumarlos. Mi oficina parece campo de batalla de las bolsas y bolsas de juguetes castigados, no soporto el desorden.
Como todo en esta vida, especialmente en la maternidad, veré qué hago, veré cómo educo, veré cómo pongo límites que no me atropellen y que no las estrangulen.
Deséenme suerte.
PD:
Anoche me salvó de la histeria esta TED talk, está muy buena.