¡Adiós! ¡Qué esté padre su día! Reparto besos, cierro la puerta. Me acuesto en la cama diez minutos más antes de arranar mi día. Me siento pesada, me siento ansiosa, estoy incómoda, como cuando te pones algo que tiene una tela que pica, que molesta. Planeo leer un rato el libro de marketing digital que tengo que leer este mes y que no me está gustando nada. Me decido por el celular. Primero paseo por Instagram, hambrienta de ver unos corazoncitos en la ilustración de ayer, después a Facebook, posteo la pregunta del día, leo las respuestas de ayer, recorro el muro hacia abajo. Me tropiezo con un par de chistes divertidos y con un artículo de Mother.ly https://www.mother.ly/life/self-care-is-not-enough-to-fix-how-much-moms-are-burnt-out y lo empecé a leer, no paré hasta el final.
Lo leí, me leí, terminé y sentí una mezcla de ganas de llorar y de «eso es», «eso es lo que traigo».
Estoy tan acostumbrada a «no cansarme», «poder hacer», a no darle peso a las cosas que hago, pienso, organizo, planeo, que cuando estoy cansada, saturada, rebasada, ni cuenta me doy.
En efecto, me siento quemada porque quiero ser la mejor mamá posible, «perfecta», sin errores, sin errores que le cuesten felicidad a mis hijas. Libre de efectos que las traumen para siempre.
Estoy quemada porque me comparo, con las mamás que según yo «si son» juguetonas, pacientes, modelan las conductas correctas, generosas, confiadas, valientes, exitosas, balanceadas, deportistas, ligeras.
Estoy quemada porque elijo enfocarme en mi crianza pero tengo la ambición de lograr algo grande, exrtraordinario con mi yo profesional. Me urge tocar algo concreto, me desespero. Pauso, me terapeo, me doy chance, avanzo, me desespero, pauso, me terapeo.
Estoy quemada porque mi mente piensa en unos y ceros: «la buena», «la mala», lea decisión correcta, la incorrecta. Sigo creyendo que cada decisión es de vida o muerte y o me suma o me resta.
Estoy quemada porque me presiona estar quemada. Me estresa querer estar sola, no querer hablar por teléfono y escuchar a esa amiga, a mi mamá a mi hermana, no tener paciencia de seguir la anécdota del recreo, de escuchar pelear a las niñas, de pensar qué van a comer, de supervisar que coman bien, me presiona no tener ganas más que de ver tele, y desconectarme. Me agobia no tener mucho que ofrecer cuando llega Toño en la noche. Me frustro conmigo, me regaño. «¿Cómo pretendes tener una buena relación de pareja si te acuestas a las 9?» «‘¿Cómo quieres niñas que manejan bien la frustración si gritas a la primera?» «¿Cómo quieres buen cuerpo si no has hecho ejercicio y cenas Doritos?»
Estoy quemada porque mi mente no para. Mis exigencias no se apagan. Mi voracidad no se sacia. Y conforme escribo esto, me presiono, «¿quién va a querer leer quejas y quejas, negativismo?», «se supone que mis textos le dejen algo bueno a quien los lea, no que les avientes toda tu caca».
Estoy quemada porque nunca me siento suficiente. Siento que quedo corta, con todo mundo, conmigo. Me observo, me mido, me repruebo. Faltó, sobró, debió ser diferente.
Estoy quemada porque así funciono. Me gusta caminar rápido, me gusta correr, me apasiona planear, amo hacer, me encanta estar en compañía, activa, inventando, dar todo lo que puedo, analizar, trabajar en mi, acompañar a las niñas, reinventarme, reinventar, darle lata a Toño, escuchar a mis amigas, estar con mi hermana, volver a conocer a mi papá y mi mamá, visitar a mis suegros, salir a pasear, reír con amigas, ayudar en la escuela, escribir, dibujar, admirar, soñar, leer, escuchar. Estoy quemada, porque me gusta vivir con el acelerador, y cada tanto, se calienta el motor. Cada tanto, me pasa esto, me saturo, me aislo, necesito espacio, tiempo, pausa, freno, y me juzgo, me regaño, no me doy permiso. ¿Cómo si pasara qué?
Estoy sobrecalentada, no quemada. Quemada, implica que el circuito ya valió. Mi circuito no ha valido, simplemente necesita una pausa. Empieza a bajar la temperatura y poco a poco soy capaz de ver las cosas con perspectiva. Sí, me rodeo de mujeres maravillosas, que admiro, que tienen cualidades increíbles, igual que yo, y defectos muchos, variados, igual que yo. Sus hijos, son felices, están felices, son unos suertudos y suertudas, y van a tener días malos, días buenos, cualidades, defectos, y así van a vivir, y crecer, y ser felices y ser infelices a veces también.
Puedo ver todo lo que he construido, de dentro hacia afuera. Baja la temperatura y se me quita un poquito el miedo a frenar, a darme chance, a bajarle. Me acuerdo que no es para tanto, que nada es para siempre, que la vida son olas, oleadas, marea alta, marea baja, mar picado, mar en calma.
Y conforme me doy chance de ponerme panza arriba, brazos en estrella y flotar, simplemente flotar, siento, como, de a poco, regresa a mi el deseo de nadar, de palear con todas mis fuerzas, de brasear.
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Quiero dedicar mis textos a quienes no dejan de buscar aquello que les hace sentir más felices, completos y suficientes. ¿Cómo se ve cuando te sientes insuficiente? ¿Puedes identificar las palabras, las sensaciones, las personas que acompañan la idea de que podrías ser más, o mejor?Me encantaría leerlo en los comentarios).