18 de jun de 2016
No sé cómo o por qué, pero en el segundo que nos hacemos mamás, o “patronas” de estos minúsculos personajes llamados hijos, nos volvemos algo así como una máquina echa regaños. Al menos a mi me pasó. Mi forma de disciplina es algo así: ¡Lucía, más quedito!, ¡Inés, menos rápido!, ¡Cuidado!, ¡¿Qué pasa?!, etc. Etc. Etc. Cuando menos te das cuenta, estás agotada de tanto regañar, corretear, limitar, pedir, controlar, y ellos, los hijos, hartos de la voz de su madre.
- Mamá, ¿por qué no te quedas en la casa y que Vero nos lleve a la natación?
- Mamá, quiero que Vero sea mi mamá
- Mamá, siempre me estás diciendo cosas, mis oídos ya se cansaron
¿Lo peor? ¡Yo también!
Así que hice un experimento, loco, inimaginable, imposible… CERRAR EL PICO
¿Que las niñas pelean?: Silencio
¿Qué no me pelan cuando hay que bañarse?: Mugre
¿Qué no se apuran a desayunar?: Hambre
Llevo 4 días de experimento. Siento que ellas están mejor, más tranquilas, menos reactivas, MENOS HARTAS. ¿Yo? ¡Feliz! Con energía y ganas de escribir, de salir a cenar, de platicar. Es impactante el RAM que se nos va por la boca. No digo que no pongamos límites, pero creo que sí vale la pena analizar si nos estamos desgastando y desgastando a los chamacos por tanta ilusión de control o ‘educación’.
Los límites siguen presentes. Si se les va la cena, se les fue, si no recogen sus juguetes, los recoge ‘la barredora’, simplemente cambié la educación preventiva léase: se van a quedar con hambre, se van a quedar sin cuento, voy a castigar los juguetes, las voy a separar…. Por aplicar las consecuencias, en silencio.

Obviamente me sigue ardiendo que no hagan caso, me sigue costando que sea un workout psicológico levantarse, vestirse, comer, etc, etc, etc. Pero por lo menos me siento menos cansada.
¿Alguien más por ahí en esta situación? ¡¡¡TODOS LOS CONSEJOS BIENVENIDOS!!!!