Cuando iba en primero de secundaria, descubrí los juegos de azar aplicados a la vida. La bola ocho, para darme respuesta a preguntas clave como ¿me voy a encontrar al niño que me gusta en el cine?, o usar un dije como péndulo para obtener respuestas a preguntas de sí y no, ¿me van a dar permiso de ir al concierto de U2? hasta el extremo de fumar (aunque no me gustara y me supiera a rayos), para poder apagar la colilla, limpiarla y tratar de leer en el interior del tubo de plástico la inicial de «alguien que pensaba en mi», obviamente con intenso deseo de que fuera la incial del niño que me gustara en turno.

Ahora que lo pienso, no fue ahí que descubrí las mieles del pensamiento mágico del «tenía que ser», «por algo pasa», «es una señal». Cuando mi hermana Paulina tuvo su segundo episodio de salud fuerte, perdió el habla, y la capacidad de conectarse con el mundo, entró en una suerte de limbo tipo niño autista, (de los no funcionales), jugaba sola, a su aire, hacia trenes con peluches y muebles, se ponía calzones en la cabeza, de golpeaba contra las puertas. Estaba callada, en su mundo. Yo no sabía bien qué pasaba, ni si iba a regresar a ser la de antes, y como si me pelaba, de manera abstracta, pero me pelaba, decidí «darle terapia». Alguna vez había visto la película de la vida de Helen Keller, donde la maestra famosa la enseña a hablar, y decidí que yo sería como ella, que yo tenía esa capacidad. Jamás dudé de mi, y me puse a «entrenar a Paulina». En una de esas, como chango imitando a entrenador, me imitó, respondió de la forma esperada. No podía de la emoción . ¡Había funcionado! ¡Lo sabía! ¡Tenía en mi el don de curar! Finalmente no fue así, pero sí fue ahí que probé las mieles de pensar que si pasaba algo, era por algo, que significaba que algo se me iba a dar. Ahí empecé a creer en la suerte, las cartas, las señales, el poder de la mente.

En fin, escribo acerca de esto, porque hace unos 4 años, cuando empezaba a correr como parte de mi rutina, cosa que hacía con Ted Talks, escuché la de Brené Brown en vulnerabilidad. Desde ahí empecé el love affair con su trabajo. Convencida, que por algo se atravesó en mi camino. Ahora que hasta está en Netflix, pensarías que era obvio que me tropezará con ella, si es como el Juego de tronos de la superación personal y el desarrollo humano y la auto ayuda. Pero hace 4 años, no era taaaan conocida. La lista de las cosas que he aprendido, aplicado, olvidado, releído, recordado, reaplicado, de sus textos, es enorme. Un primer ejercicio de síntesis es su Manifiesto para una vida de corazón pleno (como ella le llama). Mi versión de su manifiesto sería esta:

  1. Quiero cultivar mi propia voz. Dejar que mi mirada y las miradas externas me informen, me alimenten, me ayuden a crecer, sin permitir que me definan, me limiten, o me lastimen.
  2. Quiero cultivar una mirada humana. Aceptar las fallas en mi y en otros. Quitarle el poder a los juicios (propios y ajenos) de definir los afectos.
  3. Quiero cultivar el poder que vive en mi. Alimentar mi capacidad de probar, caer y levantarme. Dejar de escuchar la voz que me dice que no puedo.
  4. Quiero cultivar el ‘suficiente’. La certeza de que soy, tengo, hago, tendré, seré y haré, exactamente lo que necesito. Apagar el miedo que provoca el ‘¿qué tal qué?’, el ‘debería’.
  5. Quiero cultivar confianza en lo que siento. Escuchar la voz que vive en mis experiencias y en mis emociones, dejar de buscar afuera las respuestas que viven dentro de mi.
  6. Quiero cultivar lo que soy. Estar y sentir para ser en lugar de observar y asumir para complacer.
  7. Quiero cultivar escucharme. Saber parar para descansar. Avanzar sin atropellarme, impulsarme sin descuidarme.
  8. Quiero cultivar vivir la calma. Andar despacio, atreverme a ‘perder tiempo’, a ‘desviarme’, a cerrar los ojos y simplemente estar.
  9. Quiero cultivar la ligereza, la travesura y la risa. Volver a sentir y expresar como niño. Soltar el control.
  10. Quiero cultivar mi legado. Permanecer en el impacto que haya tenido en otros, mi comunidad, in industria y mi mundo. Hacer de mis encuentros oportunidades para dejar algo. Sumar algo.

Estoy segura que este manifiesto refleja donde estoy hoy, seguramente cambiará con el tiempo, con las experiencias que viva. Seguramente es diferente para quien. Me gusta ver aterrizado lo que quiero para mi vida, porque me sirve de brújula, se hace mi Pepe Grillo, esa voz de la conciencia que a través del cuerpo, me avisa si estoy viviendo dentro o fuera de los parámetros que me hacen sentir mejor, más feliz, más plena.

Seguramente para las nuevas generaciones es más obvio, ser quienes son, vivir lo que sienten, decir lo que piensan, pensar lo que sienten, pero para aquellos que nacimos en los 70s y 80s, poco nos enseñaron de esto. Más bien nos educaron en un cállese, aguántese, adáptese, avance, no cuesitone, apechugue, no se queje. Que es como educaron a nuestros padres, y a sus padres, etc. Yo todavía necesito acordarme que si quiero ser feliz, más me vale escucharme.

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Quiero dedicar mis textos a quienes no dejan de buscar aquello que les hace sentir más felices, completos y suficientes. ¿Que quieres cultivar para sentirte más feliz? ¿Qué conductas, pensamientos o creencias podrías empezar a soltar para andar más ligero? (Me encantaría leerlo en los comentarios).