11 de mayo de 2016
En esto de ser mamás hay días buenos y días malos. Cuando tienes hijos chiquitos, si no es una cosa es otra, siempre hay ‘algo’ que complica un poco las cosas: si salió de una gripa, si va a ser su cumpleaños, si le están saliendo dientes, dejando el pañal, aprendiendo algo nuevo en la escuela, etc.etc. etc.
Con los más grandes, empieza el estrés del colegio, registran las pérdidas, empiezan a tener problemas más reales con amiguitos, total que si no s una cosa es otra, y como mamás, tenemos que lidiar con nuestras cosas, las de la pareja, y la vida emocional de los hijos. Llevamos nuestras cubetas a todos lados y vemos como se van llenando de caca. Sí, de caca. Si somos inteligentes y sabias, buscamos un lugar y espacio apropiado para vaciarlas hasta que se vuelven a llenar. Desgraciadamente, casi siempre, se nos olvida vaciarlas, las cargamos, las llevamos a todos lados,,, hasta que se desbordan. Y cuando eso sucede…
Si nos fue, bien, sólo cayó caca al piso, pero la realidad es que no nos sabe hasta que la agarramos con las manos y vemos a quién se la aventamos, buscamos alguien que no sólo reciba la caca que traemos cargando, queremos que hasta se embarre con ella.
Ayer en la tarde, en la clase de natación, mi hija quería hacer popó pero estaba estreñida. Pasé 40 minutos en el baño con mi hija de 3 años, 40 minutos que me pidió (en cuclillas) que la abrazara porque no se atrevía a hacer popó (valga la redundancia). Ahí estoy yo, sentada, acalorada, adolorida. Junto al baño, están las regarderas, y ahí estaba otra mamá bañando a su hija, furiosa porque le cobraron unas clases que se perdió su hijo por estar enfermo. La mamá, rebasada, decidió que yo era la audiencia perfecta para escuchar su descontento, y así, durante los 20 de los 40 minutos que abracé a mi hija, caché las bolas de caca de la mujer mientras bañaba a su hija. ¡Casi la mato! ¿Desde cuando tengo cara de psicóloga? ¿Te cae que una vieja en cuclillas en un baño lleno de vapor está en el mejor momento de oir 20 minutos de quejas? ¡Pero si ni me conoces! Entonces me cayó el veinte:
La entiendo, he estado ahí, lo he hecho. Mil veces he estado furiosa y me descargo o me ‘desahogo’ con la primera persona que se me atraviesa, vaciándole la cubeta en la cabeza. Me di cuenta de cómo cuando estamos rebasadas, no tenemos cabeza ni ojos, para cachar si estamos echando nuestros problemas a otros, que como nosotros, no están en el mejor momento para cacharlo. Ayer me di cuenta de todas las veces que llego con la cubeta llena y se la echo a Toño, o a mi mamá, o a otra amiga que también está con la cubeta llena.
Así que la siguiente vez que esté furiosa, espero, tener la cabeza, de procesar un poco antes de aventarle mi cubeta a alguien. Porque todas tenemos algo que nos trae cansadas, agobiadas, angustiadas, hartas, y nadie, necesita, cachar cubetazos de nadie. Somos adultos, tenemos que empezar a encargarnos más de nuestras emociones. Procesar más hacia adentro, y menos hacia afuera. Trabajar más con la cabeza y el corazón y menos con la boca.
¿Tú a quién le avientas tu caca? ¿Qué haces con ella? ¿Cómo le haces para procesarla?