1 de mayo de 2019

Me da un poco de pena escribir acerca de mi historia con Paulina. En parte porque lleva casi 30 años muerta y me tocó solamente 11 años viva. Siento que ya perdí todo derecho de pensar en ella, de que me afecte su muerte, de tropezarme con nuestra historia.

En parte, porque la verdad es que he hablado poquísimo de ella con nadie, ni conmigo. Paulina existió, vivió, luchó, se murió. Siguiente capítulo. En un principio era intolerable para mi hablar de ella, decir su nombre. Después se hizo necesario, pero no supe cómo, con quién, hasta dónde. Ahora, descubro que la sigo cargando. Me sigo tropezando y creo que me viene bien empezar a hablar. Al menos conmigo.

Por último, me da oso hablar de ella, de nuestra historia, porque no soporto la lástima. No tolero la mirada de alguien cuando le dices «tuve una hermana», «viví una pérdida».

En fin, esta entrada, creo que la van a entender: los sobrevivientes, los parientes cercanos de alguien que ha perdido o sufrido, en corto, «los suertudos».

Yo soy la segunda hija, la hermana menor de Paulina y la mayor de Ximena. Nací con todos los órganos funcionando, sana, inteligente, hasta bonita. No lo digo por presumida, lo digo, porque yo ni un brazo me he roto, creo, que me han tapado 1 muela.

Me siento tremendamente agradecida porque no me ha costado trabajo nada. Soy perfectamente normal. Además, formé una familia padrísima, con una pareja que me quiere y hace feliz, dos niñas sanas que me hacen llorar, reír, imaginar, pensar. Sigo teniendo 2 padres, amo a lo que me dedico, he podido hacer grandes amigas, por fin, soy amiga de mi hermana chica. En medio de todo este agradecimiento, me pica. Me pica.

Mientras hay familias con hijos enfermos, yo con las mias sanas. Mientras hay gente diagnósticada, yo aquí sana. Muero de pena de mi suerte. Muero de pánico de mi suerte. Estoy atrapada entre querer disfrutar y no poder. Entre disculparme por lo que tengo y prepaparme para el trancaso.

Sé que la culpa de estar bien, feliz, es una tontería, pero no sé cómo sacudirmela. Siento que tengo que hacer contar mi pasada por el mundo. Me siento de ultra gueva de escribir esto. Quiero poder disfrutar mi suerte sin que me pique o sin que me asuste.

Quisiera que 30 años fuera suficiente para sentir como si no hubiera existido. Quisiera poder cerrar y avanzar.